La noche de ayer fue testigo del ya tradicional traslado de los titulares de la Hermandad de La Exaltación desde la Iglesia de Los Terceros, sede provisional para realizar su estación de penitencia, hasta la Parroquia de San Román, donde radican durante todo el año y son expuestos al culto.
Un traslado de corta duración, pues son escasos metros los que separan a ambos templos, pero lleno de recogimiento y nostalgia, por esa tarde de Jueves que ya dejamos atrás hace una semana y que no volveremos a vivir, si Dios quiere, hasta el año que viene.
Más de una década nos separa desde que la corporación del Jueves Santo tuvo que abandonar Santa Catalina por el mal estado en el que se encontraba. Desde entonces, los miembros de la Hermandad y diferentes plataformas se han movilizado para reclamar la restauración y recuperación de una de las consideradas joyas del Arte Mudéjar.
Tras varios años en el olvido, las obras se encuentran en marcha, aunque no se espera que pueda ser abierta al culto de nuevo hasta la segunda mitad del próximo 2016, con lo que el Señor de la Exaltación y la Santísima Virgen de Las Lágrimas volverán a procesionar desde la Iglesia sita en la calle Sol el próximo Jueves Santo.
Un exilio que dura ya demasiado y que nos recuerda a otros vividos recientemente; algunos de corta duración, otros más prolongados e incluso alguno definitivo, precisamente con la Parroquia de San Román como protagonista, sede que fue de la Hermandad de Los Gitanos, y cuyas obras la obligaron a hacer su estación de penitencia desde la Iglesia de Santiago y desde Santa Catalina, antes de establecerse de forma definitiva en el Santuario del Señor de la Salud y María Santísima de las Angustias.
Santa Marta en San Martín; La Hiniesta en Santa Marina; Las Penas de San Vicente en San Isidoro; Las Siete Palabras en la Iglesia de las Misericordias; Las Aguas en Los Terceros; Jesús Despojado en San Gil; San Esteban en San Ildefonso; San Roque en Santiago; o El Amor en la Anunciación y Pasión en San Hermenegildo (caída en el olvido también desde aquel Jueves Santo), son algunos de los cambios de sede más recientes.
Lo único positivo que puede sacarse de ellos es una colección de instantáneas que pasarán a la historia por retratarse en rincones no habituales para dichas hermandades. Pero principalmente debería provocar la reflexión de las instituciones y plantearse una revisión continua de construcciones que forman parte del patrimonio sevillano y cuya buena conservación no solo agradecen los cofrades, sino también los amantes del arte arquitectónico.
Pepe Cruz
No hay comentarios:
Publicar un comentario