21 de abril del año 2000, Madrugá. Un día...una noche que se hizo con un hueco en la historia de la Semana Santa de Sevilla.
Infausta noche que desgraciadamente ha aparecido en casi tantos titulares y portadas de prensa como aquella en la que las dos Esperanzas se encontraron bajo las naves catedralicias gracias, por una vez, a las inclemencias meteorológicas.
Quince años han transcurrido desde que el caos y el miedo sobrecogieran más que la emoción intrínseca de una noche digna del mejor guión cinematográfico.
¿Qué ocurrió realmente aquella noche? Seguimos sin tener una explicación. Ni el tiempo ni los responsables que se presupone que deben darla revelado la causa de lo sucedido. Vivimos en una ciudad de leyenda, de misterio y, como tal, sigue sin desvelarse el enigma que provocó el terror esa Madrugá, con cortejos penitenciales descompuestos, nazarenos y espectadores refugiados bajo algún paso, sillas por los aires en Campana...
Camianaba (yo) por Tetuán hacia la Plaza del Salvador para ver el discurrir de la Hermandad de la Macarena, cuando de repente, y sin saber por qué, comencé a correr... al igual que la avalancha de personas que se dirigía hacia mi posición. Tras una parada, otro arreón.
"¡Un loco con un cuchillo!" Más adelante: "Un tío ha sacado una pistola y se ha puesto a pegar tiros". Otros testimonios in situ: " Yo vengo corriendo desde San Vicente porque ha habido una explosión". Incluso una versión que comparaba lo vivido con una partida de rol inspirada en el film "Nadie conoce a nadie".
Demasiadas teorías sobre lo que pudo ser el detonante de los sucesos que provocaron el miedo de los que, como desde hace siglos, se encontraban en la calle para rezarle a sus devociones. En mi caso, más allá del miedo y la incertidumbre, provocaron que fuese la última vez que pisara la calle como espectador de la Madrugá, una pena. Desde entonces lo hago de nazareno...algo que tampoco garantiza mantener la integridad física.
El problema no radica en que aquello no haya quedado esclarecido. Está en que la Madrugá que se nos acaba de ir nuevamente hemos sido testigos de sucesos similares. Se ve que hay una nueva hornada de "kofrades" que aprovecha esa mágica noche para hacer del centro su patio de recreo.
Muchos reeclaman más control policial en determinados enclaves de la ciudad. No es normal que se lleven a cabo botellonas en calles que son paso de cofradías.
Otros reclaman una mayor implicación por parte de la Iglesia en tanto en cuanto a la educación de los jóvenes, futuro no ya de nuestra Semana Santa, futuro de nuestros días.
¿Qué les espera a las próximas generaciones si vivimos en unos tiempos en los que nada se respeta, en los que estamos faltos de valores?
Para hacérselo mirar.
Pepe Cruz
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